Cada día, hacemos un contrato de lealtad,
de seguridad emocional, de fortaleza,
Un contrato de gran valor,
Que trasciende las emociones y la razón.
El contrato que vas más allá de un compromiso,
de una pertenencia, de una partida registral.
No se firma con un lapicero,
no requiere de una huella isométrica.
requiere de una respiración profunda
y una mirada autentica.
Es el contrato de las decisiones
que hacemos cada día,
y que
se escriben en la minuta de la propia vida.
Cuando nos alejamos de lo material
y nos sumergimos en lo que es eterno
es posible volver a creer,
y la inspiración florece otra vez.
Un contrato con exclusividad,
cuyo contexto lo entendemos bien.
Sin riesgos, ni incertidumbres.
Cuando hay un objetivo de vida
Cuando hay un mismo Dios al cual servir,
Entonces un solo socio nos puede unir en sociedad.
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